Almansa es una ciudad o
un pueblo, depende del punto de vista, donde las noticias vuelan. Y
la noticia, el rumor, fundado o no, es que se baraja la posibilidad
de que
algún centro de Secundaria de la población, y hay tres, se esté
planteando solicitar a la Consejería de Educación de la Junta de
Comunidades de Castilla-la Mancha impartir la versión del
Bachillerato denominada: “Bachillerato de Excelencia”. Como
docente de Secundaria y como padre de un futuro alumno de Secundaria
en uno de los tres centros mencionados, me parece a todo punto
injustificado que se introduzca dicho Bachillerato en la localidad, y
me explico. Desde mi punto de vista la principal función de la
educación es la eliminación de las desigualdades que por razón de
la extracción social se producen entre los educandos. El esfuerzo de
las autoridades educativas se debe dirigir hacia ese objetivo, antes
que a cualquier otro, dotando al sistema educativo de los medios
necesarios. El Bachillerato de Excelencia sólo se puede defender si
las desigualdades sociales
son consideradas
como incorregibles y por lo tanto desde parámetros
profundamente conservadores. La actual administración educativa de
Castilla la Mancha recorta de forma flagrante en medios para la
escuela pública en todos los niveles, elimina programas de
diversificación, aumenta el horario lectivo de maestros y
profesores, tarda calculadamente en cubrir bajas del profesorado para
escatimar hasta el último euro. Esta misma administración que
olvida ayudar a los alumnos y alumnas con problemas no duda en ser
generosa con los alumnos que tendrían ya probablemente el éxito
asegurado. Segregar por notas, en Bachillerato o en cualquier otro
nivel educativo es exactamente igual a segregar por el sexo o por el
nivel económico de los padres. La escuela y el instituto deben
colaborar en un aprendizaje con todos y para todos,
porque
como más se aprende es conviviendo con los que son
diferentes a nosotros, en capacidad, en sexo o en ingresos. Los
alumnos con capacidades especiales, los excelentes, deben ser
atendidos, por supuesto, pero ni segregados, ni separados del resto.
El mayor error de la LOMCE es que está diseñada para convertir a
los alumnos en corredores de velocidad y no de fondo, en atletas de
una carrera en la que siempre hay perdedores y ganadores, en la que
unos triunfan y otros fracasan, donde la nota no es el medio sino el
fin. No se puede estar en contra de la LOMCE y a favor de implantar
el Bachillerato de Excelencia. El Bachillerato de excelencia en
Almansa introduciría en la localidad otra nueva separación, una
nueva muesca en el revolver contra la igualdad, no es suficiente con
estar en el Bachillerato, además habrá que estar en el de
Excelencia, en una “pseudoélite” de exigencia absoluta y de
resultados dudosos en lo académico y en lo humano. Un Instituto de 5
estrellas y otros dos como casa de huéspedes. Habrá eso
sí unos docentes satisfechos, al trabajar con unos alumnos
motivados, capaces, curiosos y “competitivos”. Serán los mejores
profesores, para los mejores alumnos. O tal vez serán los profesores
que mejor compitan con sus compañeros, los menos motivados puesto
que abandonan a los alumnos y alumnas que piden de ellos un mayor
esfuerzo, los menos capaces puesto que la capacidad ya la ponen sus
“super-alumnos” y los menos curiosos porque
no necesitarán
buscar estrategias para mejorar la enseñanza en razón de ser
considerados ya como la élite del profesorado. Es difícil encontrar
padres que defiendan medidas generales a favor de los alumnos con
dificultades de aprendizaje, pero resulta bastante sencillo
encontrarlos si lo que exigen es apoyo a la excelencia. El éxito
tiene muchos padres y el fracaso ninguno, y en esta ocasión la frase
no es una metáfora. Son muchas las dudas que ofrece este llamado
Bachillerato de Excelencia, a mi opinión se pueden añadir algunas
otras: